Cuentame un cuento y algo más...
Este es mi espacio.En él los espero.Cuentos y algo más...puede ser el puerto donde quieras desembarcar después de un día agitado una noche imsomne o simplemente, cuando quieras, que te cuente un cuento y algo más...
martes, 29 de septiembre de 2015
sábado, 2 de agosto de 2014
martes, 17 de mayo de 2011
La Noche.
Por Dolores Fernández.
Suelto mi cabellera renegrida, ajusto la pollera a mi breve cintura. La blusa de satén resbala sensual sobre mi cuerpo.
Ha llegado la hora. No importa si me adorno de estrellas o los rayos me atraviesan.
Es el tiempo de los misterios. De los amantes, de los que sueñan.
Los secretos recorrerán las calles, un nostálgico se quedará perdido en los recuerdos, algún borracho afirmará que le traigo tristezas.
Yo soy así. Una noche diferente según me lo demanden, Tanguera para unos, rockera para otros. Mi hombro está dispuesto para que lloren penas o los arropo para que tengan buenos sueños. Regalo pasiones tempestuosas, amores prohibidos, solitarias fantasías.
Pero no todo es glamour en mi camino. Por las calles del centro, tienden su cama de cartones los cirujas de siempre. El que perdió su casa, el que añora el abrazo de su madre.
Entre mis sombras se esconde la fiera agazapada, la que hiere. Roba. Mata.
La que oculta en las sombras, busca su víctima indefensa. Por eso algunas noches me emborracho con champaña o vino de cajita, según, como se presente la ocasión.
Recorriendo las calles, me cruzo con tristes mariposas nocturnas que en unas horas, calcinará el sol.
Cuando ya he caminado del bajo al alto, del fango a los fastuosos jardines de los ricos. Regreso. Después de ayudar a nacer y ayudar a morir. Secándole una lágrima al insomne. Acompaño al laburante que abandona la cama, dejando remotas quimeras prendidas en la almohada.
Sólo me queda tiempo para saludar a los últimos noctámbulos y soplarles las plumas a los pocos gallos que han quedado en Buenos Aires.
Apuro a Nosferatu que se distrae en un blanco y dócil cuello, dejo de lado a la luna y las estrellas o a una loca tormenta y espero a mi amor imposible que es el día.
Por Dolores Fernández.
Suelto mi cabellera renegrida, ajusto la pollera a mi breve cintura. La blusa de satén resbala sensual sobre mi cuerpo.
Ha llegado la hora. No importa si me adorno de estrellas o los rayos me atraviesan.
Es el tiempo de los misterios. De los amantes, de los que sueñan.
Los secretos recorrerán las calles, un nostálgico se quedará perdido en los recuerdos, algún borracho afirmará que le traigo tristezas.
Yo soy así. Una noche diferente según me lo demanden, Tanguera para unos, rockera para otros. Mi hombro está dispuesto para que lloren penas o los arropo para que tengan buenos sueños. Regalo pasiones tempestuosas, amores prohibidos, solitarias fantasías.
Pero no todo es glamour en mi camino. Por las calles del centro, tienden su cama de cartones los cirujas de siempre. El que perdió su casa, el que añora el abrazo de su madre.
Entre mis sombras se esconde la fiera agazapada, la que hiere. Roba. Mata.
La que oculta en las sombras, busca su víctima indefensa. Por eso algunas noches me emborracho con champaña o vino de cajita, según, como se presente la ocasión.
Recorriendo las calles, me cruzo con tristes mariposas nocturnas que en unas horas, calcinará el sol.
Cuando ya he caminado del bajo al alto, del fango a los fastuosos jardines de los ricos. Regreso. Después de ayudar a nacer y ayudar a morir. Secándole una lágrima al insomne. Acompaño al laburante que abandona la cama, dejando remotas quimeras prendidas en la almohada.
Sólo me queda tiempo para saludar a los últimos noctámbulos y soplarles las plumas a los pocos gallos que han quedado en Buenos Aires.
Apuro a Nosferatu que se distrae en un blanco y dócil cuello, dejo de lado a la luna y las estrellas o a una loca tormenta y espero a mi amor imposible que es el día.
domingo, 15 de mayo de 2011
Nota de Color.
Por Dolores Fernández.
Los barrios de Buenos Aires han ido perdiendo costumbres pintorescas. Los niños ya no juegan frente a sus casas. Muchos de ellos, dieron sus primeros pasos, ante la vista de de los vecinos. El barrio, era la segunda familia. Por la mañana, las amas de casa ya no salen a barrer la vereda. Estamos entre rejas.
Pero la vendedora de plantas, sigue inundando mis mañanas de sábado, con aromas y colores.
Con ella no tengo excusas, las crisis económicas, los pagos que no llegan. ¿Quien se resiste a rosales y jazmines o como mínimo, a un rayito de sol? Ella me convence con su voz chiquita, rompiendo silencios ancestrales, morena de baja estatura. Con la fortaleza de un gigante.
La conocí con un hijo cargado a la espalda. Sujeto a una manta de colores. Creció entre helechos y alegrías del hogar, los ojitos curiosos, el pelo renegrido.
Pasan los años y ella permanece fiel a su rutina. De enero a enero sin descanso.
No se su nombre, no sabe el mío. Cambiamos pocas palabras, muchas sonrisas.
Solo una vez le tembló la voz. Me contó de su hija, que se fue sin tiempo para crecer ente sus flores. Ese día me regaló un jazmín. Es firme como un arbusto,
de raíces aferradas a su tierra. Hermética, como su pueblo.
Por Dolores Fernández.
Los barrios de Buenos Aires han ido perdiendo costumbres pintorescas. Los niños ya no juegan frente a sus casas. Muchos de ellos, dieron sus primeros pasos, ante la vista de de los vecinos. El barrio, era la segunda familia. Por la mañana, las amas de casa ya no salen a barrer la vereda. Estamos entre rejas.
Pero la vendedora de plantas, sigue inundando mis mañanas de sábado, con aromas y colores.
Con ella no tengo excusas, las crisis económicas, los pagos que no llegan. ¿Quien se resiste a rosales y jazmines o como mínimo, a un rayito de sol? Ella me convence con su voz chiquita, rompiendo silencios ancestrales, morena de baja estatura. Con la fortaleza de un gigante.
La conocí con un hijo cargado a la espalda. Sujeto a una manta de colores. Creció entre helechos y alegrías del hogar, los ojitos curiosos, el pelo renegrido.
Pasan los años y ella permanece fiel a su rutina. De enero a enero sin descanso.
No se su nombre, no sabe el mío. Cambiamos pocas palabras, muchas sonrisas.
Solo una vez le tembló la voz. Me contó de su hija, que se fue sin tiempo para crecer ente sus flores. Ese día me regaló un jazmín. Es firme como un arbusto,
de raíces aferradas a su tierra. Hermética, como su pueblo.
sábado, 14 de mayo de 2011
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martes, 22 de julio de 2014
lunes, 5 de mayo de 2014
Crónicas
Desinformados
Por Dolores Fernández
24-8-2011
Los medios nos desinforman constantemente. ¿No lo crees?
Es fácil comprobarlo, si cambiamos de canal, de emisora o
si por una vez cambiamos de periódico, notarás lo desinformado que estas. Cada
uno emite la noticia a piaciere y nosotros dóciles, grabamos en nuestro
inconsciente cada palabra. Si a esto, sumás el contenido de los programas de
chimentos, la confusión, te lleva de cabeza al psicólogo. No exagero, ya no se
habla de amoríos o contratos. Esta semana, no hay videos escandalosos, todos
hurgan en el fango del pasado y personalidades ajenas a la farándula se prestan
a demonizar a alguna estrella en decadencia.
¿Cuánto durará el circo? ¿O debo llamarlo tribunal? Se
intenta juzgar el ayer, el hoy y el mañana
del que salió sorteado. Las cámaras enfocan la basura de tiempos idos.
Si te dedicás a cronometrar los tiempos perdidos en la
caja boba o las páginas en blanco, que se ensucian de chimentos o falsas loas,
a los defensores de la justicia tan temida. Si lográs, apartarte del facilismo,
de la rutina que nos adormece día a día, estoy seguro que estarás de acuerdo
conmigo.
Estamos desinformados, tanto, que la desaparición de una
nena de 11 años en plena tarde, nos llega breve a través del noticiero. Nos
impacta, nos duele. Compartimos el dolor de su madre que llora. Puede ser tu
familia, la mía.
La noticia, pasa fugaz, dando lugar a la publicidad de
una crema, que borra los años o la memoria, no recuerdo.
Los medios, deberían, mostrarnos cada diez minutos la carita
de la nena buscada. Grabar, en nuestra retina sus rasgos. Pero
nuestros pobres ojos están acostumbrados, a ver frivolidades y excesos, tanto,
que les cuesta registrar la realidad. La dura realidad que roba a los niños de
sus casas. Si esos monstruos, sintieran nuestra mirada en todos los caminos y
guaridas, si lográramos infundirles miedo. Si las pantallas de TV y las
primeras planas de los diarios, mostrasen las fotos de las víctimas, hasta
fijarlas en cada memoria. Si no esperasen, la primera marcha para filmar y
entrevistar a los vecinos o el primer mes para reclamar justicia. Si los
conductores famosos, entre vanidades y peleas, de aspirantes a llegar a la cima,
mostrasen un pantallazo de la triste realidad. Bastaría para que cada uno de
nosotros, nos sintamos parte de ese dolor. Uno más, en la terrible espera, pero
uno al lado del otro, en la misma búsqueda, en la misma pelea contra el
depredador que crece día a día robando y condenando a tantos inocentes.
¿Te das cuenta que tengo razón cuando digo que estamos
desinformados?
lunes, 21 de abril de 2014
Mañana de
Domingo
Dudo. Las mesitas de la acera me
tientan. Los domingos por la mañana la
Avenida está desierta. Algún viejo
maniático saca a pasear el perro. Yo no tengo perro saqué a pasear un libro y compañía.
Desayunaré en familia. Las nubes
anuncian tormenta y de las bravas. Ocupamos una mesa en el sector de fumadores, no
importan las protestas, es domingo. Me place estirar las piernas debajo de la mesa.
-¿Qué haces?
- Enciendo la pipa.
Sigo el ritmo de una melodía que gira en
mi cabeza. Mi mujer odia ese tamborileo de los dedos. La pone nerviosa. Del
otro lado de la ventana. Casi en mi mesa la cara bonita de una joven me
observa. El cabello
desparejo con mechas de colores. Mastica sin parar, adicta al chicle.
Me mira burlona, en ese momento estalla
el globo rosa. Que se pega en sus labios y en la punta de la nariz.
Retira cada partícula lentamente. Estira. La vuelve a la boca
Me turbo.
-Puede ser tu nieta-
No tengo hijas, no tengo nietas.
No hago nada malo con mirarla. Es tan
joven. Vital. Casi un cachorro.
Las gotas gordas caen en la Avenida. Entre las
ramas de los árboles los relámpagos atacan.
Ya no está en la mesa. Entra corriendo
pegado el celular a la oreja .Como si fuese una caracola que trae noticias del
mar. Queda una sola mesa
libre. Dos mujeres corren a ocuparla. No se detiene. Arrastra la cartera
gigantesca, hace un gesto gracioso apenas si escucho lo que dice.
- ¿Puedo?
-Si, por favor- Quiero
hacerme el caballero retirando la silla pero antes de que lo intente está
sentada frente a mí. Estira
su cuerpo como un gato. Debajo de la mesa las piernas largas calzadas
en Jean, me encuentran. Rozan mi pantalón. Los pies casi desnudos, las
uñas coloradas.
-¿Que se va a servir? -dice el mozo con
voz engolada.
- Un submarino con dos barritas.
El mozo me hace un guiño
- Lo de siempre
-
La bonita ha subido mis acciones. Bebe el submarino con deleite. No sin antes pegar el
chicle en el borde de la mesa. Huele rico, a pesar de que no se ha lavado
la cara y quizá no haya dormido. Me abrigo en su aroma. Me inquieta, chocolate y
musgo. Habla con la
caracola pegada a la oreja, frunce la nariz, se enoja reclama.
- Me dejaste plantada.
El Jean sigue rozando mis pantalones de
verano.
-Cómo puede hablar, tomar, fumar al
mismo tiempo. ¿Me escuchas?
Las mujeres miran molestas se quejan:
- No se puede fumar-.
Les señalo el cartel que dice
“Fumadores” Enrojecen. Tienen nuestra edad. No soportan que las contradigan. La
bonita clava los ojos en el libro.
-¿Que lees? Le muestro el titulo. Junta los
dedos y los agita. No quiero hablar de libros con ella. No quiero hablar.
Vuelve la caracola a la oreja de la que
cuelga un aro que se pierde en el cuello.
- ¿Te estás burlando? -
Fastidiada tira el celular en la
cartera, se mordisquea los labios, arruga la frente. Quiero consolarla,
sentirla, borrar el enojo. Refugiarla.
Piel viva, curvas lánguidas casi
invisibles. Esta a mi lado tibia. Deseo que desenrede mi barba con sus dedos chiquitos que huelen
a goma de mascar. Suspira. El sonido de la lluvia y el leve murmullo de su
respiración desaparecen.
Parado al lado de la mesa. Mojado,
huraño un muchacho me ignora. Habla con furia.
- ¿Que haces?- Aprieta los puños.
Ella le explota un globo color
rosa contra la mano cerrada. Lo despega y lo vuelve a la boca. Él la besa.
Le prende la cintura, desliza la mano
con audacia hacia la curva cálida.
-¿Que te pasa, te quedaste dormido?
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Allí estaba ,empujando las letras hasta el borde del papel dejando caer inertes las palabras.
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Mañana de Domingo Dudo. Las mesitas de la acera me tientan. Los domingos por la mañana la Avenida está desierta. Algún viejo maniá...
Gracias por acompañar mis paso,s en esta isla de sueños
Unas veces me siento/ como pobre colina/ y otras como montaña de cumbres repetidas/ unas veces me siento /como un acantilado /y otras como un cielo /azul pero lejano...
De :Mario Benedetti
De :Mario Benedetti