Guy de Maupassant, Erotismo y Sensualidad
Desde joven
perteneció al grupo literario que tenía como centro al reconocido novelista
Gustave Flaubert, de quien era amigo, y de quien recibió su formación
literaria. En 1880 publicó el cuento considerado uno de los mejores en su
género: "Bola de Sebo". Luego realizó más de doscientos cuentos,
entre ellos "Mademoiselle Fifí" de 1882 y "La Parure " en 1884. Fue uno
de los más grandes escritores de la literatura francesa y universal.
Sus
obras están escritas en un estilo sencillo, en dónde se transmite con realismo
lo sórdido y cruel de la esencia humana. Esto se refleja tanto en sus relatos,
y en sus seis novelas. En la narrativa de Guy de Maupassant se mezcla lo real,
lo fantástico y el erotismo.
En
el cuento “La Cabellera ”
el personaje nos conduce sutilmente a través del interés él tiene por las
antigüedades al centro de la historia donde su locura queda al descubierto.
Horror y sensualidad ligados a través de pasajes en el texto como los seleccionados
para ejemplo:
¿Quién será la primera en llevarlo sobre su pecho, entre los tejidos
tibios, mientras el corazón del reloj latía junto a su corazón de mujer?.
Nos distrae hasta que el erotismo se adueña del relato
sin abandonar lo fantástico.
…Una plancha se deslizó y percibí, extendida
sobre un fondo de terciopelo negro, una maravillosa cabellera de mujer. Sí, una
cabellera: una enorme trenza de cabellos
rubios, casi pelirrojos, que debían de haber sido cortados junto a la piel y
estaban atados por una cuerda de oro. Un perfume casi insensible, tan antiguo
que parecía ser el alma de un
olor, se escapaba del misterioso
cajón y de la sorprendente reliquia. La cogí, despacio, casi religiosamente, y
la saqué de su escondite.
El
relato nos da un respiro, para luego situarnos en una historia
apasionante; es interesante comprobar
como, sin una palabra tosca sin descripciones obscenas, nos enfrenta con la
pasión incontrolable del personaje inmerso en su desvarío. El autor nos
mantiene pendientes, despertando nuestra curiosidad. Es interesante seguir la
trama no perder detalle y sorprendernos con los giros de la narración.
… Daba la vuelta a la llave del armario
con ese estremecimiento que tenemos al abrir la puerta de nuestra amada,
ya que sentía en las manos como si fuera un
ser viviente, escondido, prisionero; y la sentía y la deseaba otra vez;
tenía de nuevo la necesidad
imperiosa de volver de palparla, de excitarme
hasta el malestar con aquel contacto frío, escurridizo, irritante,
enloquecedor, delicioso.
Los
lectores esperan anhelantes y él, sorprende con un toque macabro,inesperado,a
esta altura del cuento, ya no se duda, se sigue paso a paso al personaje
perdido en la locura, sitiado en el frenesí de un amor macabro.
Me desperté con la sensación de que
no me encontraba solo en mi habitación. Sin embargo, estaba solo. Pero
no pude volver a dormirme; y como me
agitaba en una fiebre de insomnio, me levanté
para ir a tocar la cabellera. Me
pareció más suave que de costumbre, más animada. ¿Regresan los
muertos? Los besos con que ella me excitaba me hacían desfallecer de felicidad;
y me la llevé a mi cama, y me acosté, oprimiéndola contra mis labios, como una
amante a la que poseer.
En
la actualidad la línea que separa el erotismo y la pornografía es leve, tanto
que muchas veces nos aleja de la lectura de autores contemporáneos que se
exceden en descripciones innecesarias. Pocos son los que logran con una frase
darle a la historia el toque que despierte el interés del lector y los lleve a
continuar la lectura.
En el cuento “Las Caricias” Maupassant, acude
a los versos de Musset:
Recuerdo aun el impetuoso espasmo, /los besos
húmedos, los fogosos músculos,
la palidez, el apretar los dientes /de aquel ser, todo absorto.
la palidez, el apretar los dientes /de aquel ser, todo absorto.
Son instantes atroces, / si no fueran tan
divinos
El
autor nos conduce con levedad al centro de la historia, palabra a palabra
cadenciosamente. Cabe preguntarse: ¿Quién puede suspender la lectura de sus
cuentos?, Ellos incitan a vivir momentos placenteros y a dar vuelo a la
fantasía,
Amemos la caricia sabrosa como amamos el vino
que embriaga, la fruta en sazón que perfuma la boca, como todo lo que impregna
de dicha nuestro cuerpo. Amemos la carne
porque es bella, porque es blanca y tersa, mórbida y suave, delicia de
los labios y de las manos. De La Casa Tellier
“Idilio”
Es otro ejemplo de la calidad de este escritor, Sus palabras nos pintan una
historia diferente, los personajes una nodriza y un joven en busca de trabajo
.No los une el amor ni una atracción del momento y sin embargo viven un intensa
experiencia.
Veamos
algunos fragmentos…
La mujer se fue desabrochando el vestido; la
fuerte presión de sus senos apartaba la tela, dejando ver, entre los dos, por
la abertura creciente, algo de la ropa blanca interior y un trozo de piel. No
se puede respirar, de tanto calor como hace. -Desde ayer no he dado el pecho, y
estoy mareada, como si fuera a desmayarme. Con sólo apretar encima, sale la
leche como de una fuente.
Es
un espectáculo curioso ya que con este anticipo, el lector espera ansioso el resto de la narración. ¿A quien se le
hubiese ocurrido teñir de sensualidad esta situación?
…Creo que me voy a morir. Y se abrió completamente el corpiño con gesto
inconsciente. Surgió a la vista el seno derecho, enorme, tenso, con su pezón
moreno…
El joven, confuso, balbució: -Señora... Tal
vez yo mismo... podría aliviarla.
…contestó con voz entrecortada: -Desde luego El joven se arrodilló delante de
ella, y la mujer se inclinó, poniéndole
en la boca, con gesto de nodriza,
su pezón moreno. Al coger lo entre sus dos manos para acercarlo al hombre,
apareció en la punta una gota de leche. El joven se la bebió con avidez,
cogiendo entre sus labios, como un niño recién nacido, aquella teta pesada, Y
se puso a mamar glotonamente, con ritmo regular. Se había cogido a la cintura
de la mujer con sus dos brazos y se la apretaba, para acercarla más; y bebía a
tragos, lentamente, con movimiento del cuello igual al de los niños. La mujer
había puesto sus dos manos encima de las espaldas del joven y respiraba profundamente,
con felicidad.
De
este modo, Maupenssant nos describe el entorno, los personajes y con un toque maestro, nos crea la duda ¿Fue
un idilio? El autor esparció pistas y nos indujo a reflexionar sobre hechos que al comenzar la lectura parecían banales. Dosificó. En frases simples nos dio indicios. Nos
distrajo, para luego derrochar sensualidad. Cada cuento de este autor,
incluso aquellos catalogados como narrativa fantástica, se caracteriza por el
vuelo sensual que acaricia la piel sin desnudarla.
Dice
HAROLD BLOOM de este escritor
Maupassant
es el mejor de los cuentistas realmente “populares”. Ser un artista de lo
popular es en sí un logro extraordinario. Muchas de las simplicidades de
Maupassant no son sino lo que parecen
ser, pero no por eso son superficiales. Maupassant había aprendido de su
maestro Flaubert que "el talento es una prolongada paciencia" para
ver lo que otros tienden a pasar.
Se dice que en Maupassant "el acto sexual en sí deviene una forma de asesinato". El lector que acabe de disfrutar de "La casa Tellier" no estará muy de acuerdo. En el cuento es difícil resistir la exuberancia, y Maupassant nunca escribe con más entusiasmo que en "La casa Tellier". Hay calor, risas, sorpresa y hasta una especie de penetración espiritual. La ironía de Maupassant es marcadamente más benévola (aunque menos sutil) que la de su maestro Flaubert. Y el cuento es licencioso, no lascivo. ¿Por qué leer a Maupassant? En sus mejores momentos, atrapa como pueden hacerlo muy pocos. Y es mucho lo que se puede recibir de su voz narrativa. No es el cuerno de la abundancia, pero complace a muchos y sirve de introducción a los difíciles placeres de narradores más sutiles.
Se dice que en Maupassant "el acto sexual en sí deviene una forma de asesinato". El lector que acabe de disfrutar de "La casa Tellier" no estará muy de acuerdo. En el cuento es difícil resistir la exuberancia, y Maupassant nunca escribe con más entusiasmo que en "La casa Tellier". Hay calor, risas, sorpresa y hasta una especie de penetración espiritual. La ironía de Maupassant es marcadamente más benévola (aunque menos sutil) que la de su maestro Flaubert. Y el cuento es licencioso, no lascivo. ¿Por qué leer a Maupassant? En sus mejores momentos, atrapa como pueden hacerlo muy pocos. Y es mucho lo que se puede recibir de su voz narrativa. No es el cuerno de la abundancia, pero complace a muchos y sirve de introducción a los difíciles placeres de narradores más sutiles.
Bibliografía
♦Como leer y por qué. CÍRCULO DE LECTORES, 2000.
♦La
casa Tellier y otros cuentos eróticos.
Maupassant
Guy De. Alianza Editorial 2004
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