lunes, 18 de julio de 2016

martes, 29 de septiembre de 2015

Compañía.
  Un fantasma se sentó en mi sillón, se cobijó al calor de los leños, bebió mi vino y me dejó de recuerdo una jaqueca.

                                        .
                                                                   

sábado, 2 de agosto de 2014

martes, 17 de mayo de 2011

La Noche.

Por Dolores Fernández.

Suelto mi cabellera renegrida, ajusto la pollera a mi breve cintura. La blusa de satén resbala sensual sobre mi cuerpo.
Ha llegado la hora. No importa si me adorno de estrellas o los rayos me atraviesan.
Es el tiempo de los misterios. De los amantes, de los que sueñan.
Los secretos recorrerán las calles, un nostálgico se quedará perdido en los recuerdos, algún borracho afirmará que le traigo tristezas.
Yo soy así. Una noche diferente según me lo demanden, Tanguera para unos, rockera para otros. Mi hombro está dispuesto para que lloren penas o los arropo para que tengan buenos sueños. Regalo pasiones tempestuosas, amores prohibidos, solitarias fantasías.
Pero no todo es glamour en mi camino. Por las calles del centro, tienden su cama de cartones los cirujas de siempre. El que perdió su casa, el que añora el abrazo de su madre.
Entre mis sombras se esconde la fiera agazapada, la que hiere. Roba. Mata.
La que oculta en las sombras, busca su víctima indefensa. Por eso algunas noches me emborracho con champaña o vino de cajita, según, como se presente la ocasión.
Recorriendo las calles, me cruzo con tristes mariposas nocturnas que en unas horas, calcinará el sol.
Cuando ya he caminado del bajo al alto, del fango a los fastuosos jardines de los ricos. Regreso. Después de ayudar a nacer y ayudar a morir. Secándole una lágrima al insomne. Acompaño al laburante que abandona la cama, dejando remotas quimeras prendidas en la almohada.
Sólo me queda tiempo para saludar a los últimos noctámbulos y soplarles las plumas a los pocos gallos que han quedado en Buenos Aires.
Apuro a Nosferatu que se distrae en un blanco y dócil cuello, dejo de lado a la luna y las estrellas o a una loca tormenta y espero a mi amor imposible que es el día.

domingo, 15 de mayo de 2011

Nota de Color.
Por Dolores Fernández.

Los barrios de Buenos Aires han ido perdiendo costumbres pintorescas. Los niños ya no juegan frente a sus casas. Muchos de ellos, dieron sus primeros pasos, ante la vista de de los vecinos. El barrio, era la segunda familia. Por la mañana, las amas de casa ya no salen a barrer la vereda. Estamos entre rejas.
Pero la vendedora de plantas, sigue inundando mis mañanas de sábado, con aromas y colores.
Con ella no tengo excusas, las crisis económicas, los pagos que no llegan. ¿Quien se resiste a rosales y jazmines o como mínimo, a un rayito de sol? Ella me convence con su voz chiquita, rompiendo silencios ancestrales, morena de baja estatura. Con la fortaleza de un gigante.
La conocí con un hijo cargado a la espalda. Sujeto a una manta de colores. Creció entre helechos y alegrías del hogar, los ojitos curiosos, el pelo renegrido.
Pasan los años y ella permanece fiel a su rutina. De enero a enero sin descanso.
No se su nombre, no sabe el mío. Cambiamos pocas palabras, muchas sonrisas.
Solo una vez le tembló la voz. Me contó de su hija, que se fue sin tiempo para crecer ente sus flores. Ese día me regaló un jazmín. Es firme como un arbusto,
de raíces aferradas a su tierra. Hermética, como su pueblo.

sábado, 14 de mayo de 2011

HOY

Hoy es un buen día
para airear el armario
despedir sin nostalgias
la ropa del pasado.
Esa chaqueta azul
que desnudó tu cuerpo el primer día,
el vestido de seda
que manchó la champaña.
Las pieles
que abrigaron tu cuello
las mismas que por falsas,
arrojaste en mi cara.
Voy airear el armario.

lunes, 5 de mayo de 2014

Crónicas
                                                Desinformados
Por Dolores Fernández
24-8-2011
Los medios nos desinforman constantemente. ¿No lo crees?
Es fácil comprobarlo, si cambiamos de canal, de emisora o si por una vez cambiamos de periódico, notarás lo desinformado que estas. Cada uno emite la noticia a piaciere y nosotros dóciles, grabamos en nuestro inconsciente cada palabra. Si a esto, sumás el contenido de los programas de chimentos, la confusión, te lleva de cabeza al psicólogo. No exagero, ya no se habla de amoríos o contratos. Esta semana, no hay videos escandalosos, todos hurgan en el fango del pasado y personalidades ajenas a la farándula se prestan a demonizar a alguna estrella en decadencia.
¿Cuánto durará el circo? ¿O debo llamarlo tribunal? Se intenta juzgar el ayer, el hoy  y el mañana del que salió sorteado. Las cámaras enfocan la basura de tiempos idos.
Si te dedicás a cronometrar los tiempos perdidos en la caja boba o las páginas en blanco, que se ensucian de chimentos o falsas loas, a los defensores de la justicia tan temida. Si lográs, apartarte del facilismo, de la rutina que nos adormece día a día, estoy seguro que estarás de acuerdo conmigo.
Estamos desinformados, tanto, que la desaparición de una nena de 11 años en plena tarde, nos llega breve a través del noticiero. Nos impacta, nos duele. Compartimos el dolor de su madre que llora. Puede ser tu familia, la mía.
La noticia, pasa fugaz, dando lugar a la publicidad de una crema, que borra los años o la memoria, no recuerdo.
Los medios, deberían, mostrarnos cada diez minutos la carita de la nena buscada.   Grabar, en nuestra retina sus rasgos. Pero nuestros pobres ojos están acostumbrados, a ver frivolidades y excesos, tanto, que les cuesta registrar la realidad. La dura realidad que roba a los niños de sus casas. Si esos monstruos, sintieran nuestra mirada en todos los caminos y guaridas, si lográramos infundirles miedo. Si las pantallas de TV y las primeras planas de los diarios, mostrasen las fotos de las víctimas, hasta fijarlas en cada memoria. Si no esperasen, la primera marcha para filmar y entrevistar a los vecinos o el primer mes para reclamar justicia. Si los conductores famosos, entre vanidades y peleas, de aspirantes a llegar a la cima, mostrasen un pantallazo de la triste realidad. Bastaría para que cada uno de nosotros, nos sintamos parte de ese dolor. Uno más, en la terrible espera, pero uno al lado del otro, en la misma búsqueda, en la misma pelea contra el depredador que crece día a día robando y condenando a tantos inocentes.
¿Te das cuenta que tengo razón cuando digo que estamos desinformados?


lunes, 21 de abril de 2014


Mañana de Domingo

Dudo. Las mesitas de la acera me tientan. Los domingos por la mañana la
Avenida está desierta. Algún viejo maniático saca a pasear el perro. Yo no tengo perro saqué a pasear un libro y compañía. Desayunaré en familia.  Las nubes anuncian tormenta y de las bravas. Ocupamos una mesa en el sector de fumadores, no importan las protestas, es domingo. Me place estirar las piernas debajo de la mesa.
-¿Qué haces?
- Enciendo la pipa.
Sigo el ritmo de una melodía que gira en mi cabeza. Mi mujer odia ese tamborileo de los dedos. La pone nerviosa. Del otro lado de la ventana. Casi en mi mesa la cara bonita de una joven me observa. El cabello desparejo con mechas de colores. Mastica sin parar, adicta al chicle.
Me mira burlona, en ese momento estalla el globo rosa. Que se pega en sus labios  y en la punta de la nariz. Retira cada partícula lentamente. Estira. La vuelve a la boca 
Me turbo.
-Puede ser tu nieta-
No tengo hijas, no tengo nietas. No hago nada malo con mirarla. Es tan joven. Vital. Casi un cachorro.
Las gotas gordas caen en la Avenida. Entre las ramas de los árboles los  relámpagos atacan.
Ya no está en la mesa. Entra corriendo pegado el celular a la oreja .Como si fuese una caracola que trae noticias del mar. Queda una sola mesa libre. Dos mujeres corren a ocuparla. No se detiene. Arrastra la cartera gigantesca, hace un gesto gracioso  apenas si escucho lo que dice.
 - ¿Puedo?  
 -Si, por favor-  Quiero hacerme el caballero retirando la silla pero antes de que lo intente está sentada frente a mí. Estira su cuerpo como un gato. Debajo de la mesa las piernas largas calzadas en Jean, me encuentran. Rozan mi pantalón. Los pies casi desnudos, las uñas coloradas.
-¿Que se va a servir? -dice el mozo con voz engolada. 
- Un submarino con dos barritas.
El mozo me hace un guiño
- Lo de siempre - 
La bonita ha subido mis acciones. Bebe el submarino con deleite. No sin antes pegar el chicle en el borde de la mesa. Huele rico, a pesar de que no se ha lavado la cara y quizá  no haya dormido. Me abrigo en su aroma. Me inquieta, chocolate y  musgo. Habla con la caracola pegada a la oreja, frunce la nariz, se enoja reclama.
- Me dejaste plantada.
 El Jean sigue rozando mis pantalones de verano.
-Cómo puede hablar, tomar, fumar al mismo tiempo. ¿Me escuchas?
Las mujeres miran molestas se quejan:
- No se puede fumar-.
 Les señalo el cartel  que dice “Fumadores” Enrojecen. Tienen nuestra edad. No soportan que las contradigan. La bonita clava los ojos en el libro.
-¿Que lees? Le muestro el titulo. Junta los dedos y los agita. No quiero hablar de libros con ella. No quiero hablar. Vuelve la caracola a la oreja de la que cuelga un aro que se pierde en el cuello.
- ¿Te estás burlando? - Fastidiada  tira el celular en la cartera, se mordisquea los labios, arruga la frente. Quiero consolarla, sentirla, borrar el enojo. Refugiarla.
Piel viva, curvas lánguidas casi invisibles. Esta a mi lado tibia. Deseo que desenrede mi barba con sus dedos chiquitos que huelen a goma de mascar. Suspira. El sonido de la lluvia  y el leve murmullo de su respiración  desaparecen.
Parado al lado de la mesa. Mojado, huraño un muchacho me ignora. Habla con furia.
- ¿Que haces?- Aprieta los puños. Ella  le explota un globo color rosa contra la mano cerrada. Lo despega y lo vuelve a la boca. Él la besa. Le prende la cintura, desliza la mano con audacia hacia la curva  cálida.
-¿Que te pasa, te quedaste dormido?



Entradas populares

Gracias por acompañar mis paso,s en esta isla de sueños

Unas veces me siento/ como pobre colina/ y otras como montaña de cumbres repetidas/ unas veces me siento /como un acantilado /y otras como un cielo /azul pero lejano...

De :Mario Benedetti