sábado, 29 de marzo de 2014










Por Dolores Fernández


Tecnología.

Del celular ,que la mujer oprime entre sus manos, sale un mensaje, serpentea por los pasillos, sale a la calle, se cuelga de los paquetes que carga una joven y desciende por una bolsa de manzanas, huye con la más tentadora, baja las escaleras del subte clausurado por el paro de los  obreros y sube por la escalera que desemboca en la Avenida Uruguay, ronda por el kiosco de flores y cruza Corrientes con el semáforo en amarillo, el asfalto caliente la pegotea pero llega a la vereda, esquiva zapatos con plataforma y llega al Bar donde un grupo de hombres, ven el partido de la Selección en una gran pantalla, allí toma un respiro y sube por la pata de la silla hasta llegar a la altura del bolsillo del hombre, qué en ese momento, se lleva a la boca la taza de café, humeante lo sacude con  un sonido agudo ,insiste, hasta que la mirada se prende en la imagen de la  ecografía 3D.

Expiación

Despierto de la noche sin sueños,
el sol me abofeteo,
me enrede entre las hojas de la vid.
Tú te ocultas,
en la oscura maraña de un presente nonato.
Fallido fue mi intento,
en la noche postrera,
no me recuerdas.
Cobarde, tembloroso gigante mentiroso,
cierras los ojos.
Anulas la memoria.
Esperaré que maduren las uvas,
correré por tu garganta,
te embriagaré el corazón,
 lo arrancaré y saldaras tu deuda.



Camino de hormigas

Por Dolores Fernández

Triste y confusa,
desciendo del tren
las hormigas oscuras
van y vienen indiferentes.
Sola ,con mi mochila azul
y mi infancia que huye
jugando a la rayuela.
Con los brazos huérfanos de abrazos.
La mirada perdida
detrás de las gafas oscuras,del destino
La duda oprimiéndome el cuello.
Con el símbolo de la paz que es solo un símbolo.
No hay opción,
debo seguir el camino de las hormigas,
ser una más en un camino de cemento.
------Destino.
Siento el cuello estirado como si hubieran presionado hasta lograr que mi cabeza se aleje del cuerpo. Será por eso que me siento perdida en tiempo y espacio. No escuche la alerta mañanera, soy madrugadora, me preparo antes que llegue el sol, acomodo el cuerpo, picoteo el desayuno.                           Algo pasa, los sonidos se aquietan contra un almohadón de plumas, solo de pensarlo me asusta. Los sonidos de mi espacio desaparecieron, no hay canturreo. La voz de barítono del jefe, no se escucha.
Alguien se acerca. Hoy tienen invitados. Me estiro por última vez. Aleteo.
Voy a desplumar la antes que se enfríe, así me ahorro  ponerla en agua hirviendo. Lo aprendí de mi abuela, la receta de la cazuela también.





Mascota

Ella, tomó la extraña costumbre de caminar sobre las copas de los árboles. Saltaba del balcón y con pasos largos llegaba hasta los jacarandaes que custodian las vías. Mientras los trenes, gusanos herrumbrados ,cargados de racimos de carne de cañón desfilaban detrás de soles indiferentes. Cuando la luna corría las cortinas y se acomodaba coqueta en su balcón, ella, volvía hambrienta buscando el olor de la casa. Entraba por el pasillo anochecido hurgando en los rincones. Solitaria lamía sus heridas. Las horas la veían agazapada en inútiles esperas, rememorando  ratones en fuga, solo presentes en caricaturas de tv. Las lluvias ,que oxidaban los trenes e inundaban las calles, la veían prisionera  detrás de las ventanas tratando de responder  a maullidos lejanos.





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