sábado, 8 de octubre de 2011

Historias Mínimas

Pies descalzos

Escucho pasos. Son las pisadas gomosas de la enfermera nocturna. Dicen que usan ese calzado para no molestar.
Las de cirugía y terapia usan botas de tela .Yo conozco todas las costumbres.
Pasé por todos los servicios. No daban una moneda por mí.
Entré por un coma diabético, ya no podía estar parado. La sangre se negaba a circular. Como en un embotellamiento de tránsito.
Eso me explicó el médico, un jovencito de pelos parados que si lo veo en la calle, ni limosna le pido. Un pibe común. Buenito.
Él me salvó. Claro que me volaron las piernas. Dicen que la guardan en formol. Yo no lo creo. Historias de hospital. Una mucama paliducha y flaca, asegura que me van a esperar junto al Señor. Ella es muy creyente, repite todo el día:
Si Dios quiere por aquí si Dios quiere por allá.
Cada loco con su tema. Además el rengo es el que mas plata junta. Voy a tener que cambiar de puente. Por la competencia.
Alguien da vueltas por ahí, seguro que viene a buscar al que trajeron a la tarde. Cama 8. La familia gritaba.
Se retrasaron con la merienda, con tanto ir y venir. Mi médico se olvidó de dejarme la fruta que me guarda de su almuerzo.
El de la cama nueve, dice que al herido no lo llevan a terapia intensiva para que se muera junto a la familia. Aquí todos opinan.

Los del fondo no tenemos medicación a la noche, por eso me extrañan los pasos. Ahora se escuchan como descalzos, livianos.
No son los camilleros que de noche solo vienen a buscar algún muerto. Meten una bulla, despiertan a todos y hasta hablan de futbol o del trasero de la enfermera de guardia.

El doctorcito dice que yo voy a enterrar a muchos. Mejor. Aquí estoy como en casa. Cuando tenía casa.
Mejor que bajo el puente .En invierno ni las ratas enfrentan al viento y en verano te morfan los mosquitos y las moscas verdes te pelean la comida.
Me gusta esta cama del fondo. Nadie molesta. Me bañan. Como bien, nada de dulces. No me gustan los dulces.
Cuando tengo dolores, le agregan algo al tubito que tengo en el brazo y duermo como bebé en el pecho de su madre.

Estoy desvelado alguien se acerca. Algún sonámbulo. En el puente cuando juntábamos par un par de cajitas, más de uno caminaba dormido.
Por curioso no puedo dormir.
-¿Quien anda ahí?
No me contestan, seguro que es una enfermera que se equivocó de sala.
El fulano que estuvo en la cama diez, un engrupido que se la daba de poeta, aseguraba que las musas rondaban la sala para inspirarlo.
-Vino mi musa, esbozó una sonrisa y me tendió la mano-
Al otro día se lo llevaron a la morgue.


Quien sea, se está acercando. Debe ser flaquita no hace ruido y tiene olor a nardos como el jardín de mi vieja.
Llegó.
Se sentó en el borde de la cama. Es muy canchera. Cruzó las piernas son largas, como las mías. Me hizo una caricia de dedos flacos.
En un chamuyo ronco me contó que está de paso. Me invita a acompañarla
El de la 8 es muy pibe para un viaje tan largo viaje. Me convence.

Lo que me jode es fallarle al doctorcito.

Dolores Fernández

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