viernes, 12 de agosto de 2011

De Todo Como en Botica...

Hubo un Tiempo


Por Dolores Fernández



Hubo un tiempo, en el que la niña, corría entre los árboles protegiéndose de la lluvia.
Fue el tiempo en el que por la tarde jugaba con muñecas. Al atardecer se despedía de las flores hasta el día siguiente.
Tiempo de conejos y pollitos. De hermosas tardes de verano debajo de los durazneros,
hundiendo los dientes en las frutas maduras. Todo el día era un juego.
Chapaleando en el estanque, o siguiendo la fila infatigable de hormigas que sé perdían
bajo tierra
Días de risas. De experiencias, como aquella, cuando cayó el pichón del árbol y sé
quedo quietito.
Los grandes dijeron que lo enterrase. Lo hizo debajo del naranjo. Por las tardes le llevaba las flores azules de la alfalfa.
Luego vino el invierno, tiempo de romper la escarcha. De escapar del granizo
refugiándose debajo del alero. Espantando, a las gallinas, que picoteaban distraídas.

Llegaron los números y las letras.
El uno, un palito gracioso, la o redondita como un bicho bolita, la a, una manzana con manija.
Las palabras, parecían arañitas, que corrían carreras sobre el blanco papel.
Momentos de calentarse las manos con el jarro de leche caliente y de saborear el pan casero que aromaba la casa.

Hasta que llegó el tiempo de las sombras, aparecieron, cuando quiso jugar con la luna.
Fue la noche, en que espero en vano a su amiga, para jugar a la escondida. Esa noche se quedó muy quietita con los ojos cerrados.
La noche siguiente las sombras la asustaron, tanto que mojo la cama.
Los grandes dijeron, que tenía que orinar sobre ladrillos calientes. Pero las sábanas, siguieron mojadas.
Las sombras llegaron de día y no la dejaron disfrutar de la leche tibia y el pan dorado.
La llevaron al pueblo. El médico, culpo al frío
Ellas, le arrancaron, un mechón de pelo renegrido. Tuvo que dejar su casa.
Tiempo en el que los grandes, bajaban la mirada, buscando como inventar palabras. Igual que el día, en que el granizo, destruyó la cosecha de duraznos. O cuando el viento voló el techo del granero.
Ese fue el tiempo de la cama blanca. De confundir la noche con el día. De estar rodeada de tubos y silencios.

La niña ya no habría los ojos. Los grandes, cabeceaban sueños de cosechas, sentados en bancos de madera.
Las sombras seguían allí.


Aquella tarde, La niña abrió los ojos. No tuvo a quien contarle, que ellas se habían ido.
Que era tiempo de letras, de escapar del granizo. De jugar, con las flores azules de la alfalfa.
Del pichón que cantaba ,que ya, aprendió a volar
Los grandes, no la miraban a los ojos.
No pudo decirles, que la luna, había regresado, a jugar por las noches.
Y el aroma a duraznos, invadía hasta el último rincón.

No les pudo contar, que había llegado el tiempo.


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