domingo, 18 de septiembre de 2011

Historias Mínimas

Brasas, llamas y cenizas.




El fuego está prisionero de la chimenea. Entibia la habitación. Extiende sus dedos para rozarla. Ella se aleja. Él contiene sus impulsos.
Quiere seducirla, para que se entregue a su calor y se acerque mimosa. La ve ir y venir, se estira como un gato.
En la noche de ayer, ella se tendió frente a él, logro rozarle los dedos.
Pero despertó asustada y se quedó agazapado entre los leños.
El espejo la muestra desnuda, satén y tules bajando por la cabeza morena,
rozando los hombros, deslizándose hasta las caderas.
Se adormece mientras ella está ausente.
Las brasas continúan alertas esperando el regreso. Llega tiritando.
Sin pudor deja caer la falda. Él se inflama de pasión. Sin tocarla, entibia las
piernas desnudas, disfruta las curvas, descansa en la cintura.
Lenta, lentamente se eleva. Ella se rinde ante su pasión.
A sus pies la corola de tules se salpica de chispitas ardientes.
Él escapa de su cárcel. Ya está allí, abrasándola con sus lenguas de fuego.
Es suya, por fin agotará su amor hasta las últimas cenizas.

4 comentarios:

  1. Y donde hubo fuego...cenizas quedan!

    Un abrazo dolores, lindo relato.

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  2. Qué buena alegoría de la pasión, de toda pasión, esta del fuego con su chimenea.
    Bien contada, me gustó.

    Un beso, compañera.

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  3. Es una maravilla de relato, hay de todo, pasión y fuego.
    Me ha encantado

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  4. Hola, Dolores, llegué hasta aquí por recomendación del directorio de blogs de ficción, me gustó tu espacio, voy a seguirte.
    Si tienes ganas (sin compromisos), puedes darte una vuelta por el mío.
    Un saludo desde Argentina.
    Humberto.

    ResponderEliminar

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