Hoy inauguré una plaza
la bauticé tristeza.
Voy a volar
en columpios inmóviles
a deslizarme por toboganes
sin memoria.
Sueño llegar al cielo
en sube y baja
que no baja ni sube.
En el arenero
levantaré castillos en el aire,
lastimaré mis manos
con espinas, que olvidó
algún santo arrepentido.
Sentada en un banco
esperaré que me crezcan las uñas,
para grabar mi nombre en un árbol añoso
como único testigo de mi paso.
Hoy inauguré una plaza.
Dolores Fernández
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