jueves, 20 de octubre de 2011

Historias Mínimas

Castillos de Arena.




Paula se marchó después del desayuno. Un beso en el aire mientras dejaba la taza.
-¿Pido un coche?
-Llevo el tuyo. Sos un maniático, lo cuidas más que a mí.

Cuando recibí la llamada, estaba limpiando el verdín de la piscina.
Quizá debí pedir un coche. Si lo hubiese pedido. ¿Que podía haber cambiado?
Nada. Discutiríamos por el verdín, el césped, el verano, los amigos.

No existe una máquina que retroceda el tiempo, hasta el instante en que la taza rozaba el mármol. Todavía tibia, con el fondo oscuro y un beso colorado en el borde.

La voz dijo:
-Un enfrentamiento, Ladrones y policías. Lamentamos decirle que…

No llevo la cuenta de los días. Cerré las ventanas. No abro las rejas, los periodistas insisten.
-¿Cómo se siente? ¿Que les diría a los asesinos? ¿Pediría la pena de muerte?
Los veo en el plasma de 32 pulgadas.

Tuve que convencerla. Le parecía un gasto inútil.
-Ya se que es caro, pero te imaginás a mis amigos viendo La Libertadores
-Si. Tenemos que ponerle una cinta roja, se van a morir de envidia.

Que ciegos .Que fatuos.
Los periodistas acampan frente mi puerta. Esperan que la noticia envejezca y se convierta en ceniza, o la llegada de una muerte fresca.
Entre trago y trago. Noticiero a noticiero trato de hacer una lista de los momentos felices que perdimos.
Fiesta patria ,25 de mayo. Lluvia y frío, mañana para reinventar el amor entre sábanas tibias. Primero se quitó los zoquetes de lana, después muy lento, el pijama de franela. Se le eriza la piel de frío y deseo, se excusa:-Poco sexi, pero abrigadito.

Fue una quimera. Ese mediodía inauguramos el quincho, amigos, familia.
Por la noche Paula lloró. La cabeza, apoyada en la mesa recién estrenada, bajo el techo de estilo californiano. Quise calmarla.
-Querías el quincho ahí lo tenés. Lo estrenamos con buenas noticias .Tu hermana menor te va ha hacer madrina. Que ocurrencia, están alquilando, no tienen auto .Son cabeza huecas.
El llanto siguió hasta la madrugada, quién me mandó a hablar. Si sólo le hubiese dicho: -Te quiero.

Estoy borracho. Es el camino más corto para alcanzar el sueño que huye, resbala y deja que el insomnio me clave los párpados.

Estas a mi lado el pelo suelto, las mejillas rojas, recostada en el Fitito azul tachonado de estrellas.
Nuestra primera vez. Invierno. San Clemente. La casita de verano de la abuela.
Levanto un castillo con la arena oscura.
-¿Te gusta?
No llegaste a verlo. Una ola arrastró las cúpulas y el puente levadizo.

-El trabajo es la mejor medicina.
Repite mi jefe. Los parientes. Los amigos.

Cuando recibí la llamada estaba limpiando el verdín de la piscina, enojado preocupado por mi coche.

Cuándo me dejen sólo.
Cuándo corran a entrevistar a la familia de la próxima victima. Construiré un castillo amurallado, con cúpulas y un puente levadizo que esté siempre elevado.

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3 comentarios:

  1. Que relato dolores!

    Esas reflexiones del personaje...si hubiera.... y ahora?.... un castillo amurallado por dentro y por fuera.

    felicitaciones , me encantò.

    abrazos

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  2. QUE HISTORIA QUERIDA AMIGA, ME DEJAS SIN HABLA... EL ASEDIO DE LOS PERIODISTAS FRENTE A SITUACIONES LIMITES NO TIENE FIN... NO RESPETAN EL DOLOR.

    UN BESO ENORME
    ES FUERTE TU RELATO, PERO MUY AUTÉNTICO.

    BESOS

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  3. Son mil historias, en una casa, una ciudad, un edificio.. una cabeza.
    Me ha gustado mucho, te sigo leyendo
    Un saludo

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