domingo, 24 de junio de 2012


Viaje al silencio

Selló la última caja, anotó con grandes letras: Vajilla de la Abuela.

Se sentó en la mecedora frente ventanal que daba al jardín.                      

-Un jardín en el fondo de la casa, es un paraíso personal, aseguraba Rosabel Casas, mientras preparaba el chocolate, su abuela, siempre encontraba las palabras justas. Mario corría mientras las lagartijas espiaban desde el muro, no entendía lo del paraíso, era un niño feliz.

Pensó que Laura llegaría en cualquier momento. El silencio envolvió la tarde y el sol jugueteó con los cristales de la ventana dibujando arcoíris; todavía recuerda cuando la pelota Nº 5 entró a la casa sembrando vidrios de colores sobre el mosaico. Se dejó llevar por el ir y venir de los insectos que bordaban filigranas en las hojas del tilo.

-Hola querido al fin se terminaron los trámites. Estoy cansada, pero adiós a este viejo caserón lleno de alimañas. Bienvenidos teatros cines, restaurant. ¿Pedimos pizza? ¿Podes creer que no tienen rúcala?

Desea un plato de sopa caliente con crus ton doraditos crocantes y una copa de vino tinto.

Ella se sienta enrosca las piernas.

No le gustan las rodillas. Le recuerdan dos cráneos que lo miran desafiantes.

-Mañana a las ocho vienen del Cottolengo a llevarse los muebles. La porcelana la dejamos de paso en la tienda de antigüedades. Que callado estás. El portero de nuestro edificio, me dijo que a las diez, debemos dar por terminada la mudanza.

La luna espía curiosa, mientras los sapos confabulan. Ella muerde una porción de pizza y no deja de hablar. Mario recuerda las noches de invierno mientras preparaba sus exámenes y la abuela le servía un tazón humeante de sopa.

-¿Dónde está el cheque de la mudanza? Estas agotado.

Se acerca, estira los brazos, él siempre le temió a los pulpos, los tentáculos oprimiéndolo, las ventosas moradas absorbiéndolo. En ese momento  muerde un crus ton dorado y olvida el presente.

-En la inmobiliaria me dijeron que van a construir un súper mercado. No hablaste una palabra. Me voy a dormir. ¿Vamos?

El silencio lo arrulla, los aromas del jardín lo abrazan.



Se desconoce el paradero del empresario Mario Casas, la última en verlo fue su novia. Hoy a las ocho de la mañana, encontró al lado del sillón, que él ocupaba, un tazón de sopa y una copa de vino que no vio durante la cena.









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