sábado, 22 de septiembre de 2012

Los Gritos del Silencio


Los Gritos del Silencio


Ensayo el papel más cruel. El del diario vivir.

¿Cómo decirlo?
Con los ojos abiertos soy un fantoche. Si achico la mirada el espejo me devuelve mi quimera.
Las líneas del rostro se suavizan, el pelo suelto me permite jugar con mí imagen. La bata se transforma en vestido de fiesta. Festejan mis sentidos.
Me avergüenzan los recuerdos. Espiando detrás de las puertas de las niñas. Ellas acunaban muñecas. Retorciéndose sobre tacones altos, frunciendo las bocas coloradas. Imitarlas.  Sólo eso, quería imitarlas.
 La pelota iba y venía. Había que rasparse las rodillas. Escupir de costado.  Descubrir a las jóvenes en los baños del colegio. Sin saber para qué.
Ser muy machos, para orgullo de padres, que se pavoneaban con nuestras ridículas picardías.
Tengo derecho de vivir como elija. ¿Cómo? 
Recuerdo el rostro de mi madre cuando encontró esa revista que nos pasábamos de mano en mano y todos escondíamos debajo del colchón.
Ruborizada se la llevo a mi padre. Con alivio.
-Mira lo que encontré .Es una chanchada.
 Certificaba que hizo bien su trabajo. Mi padre, río hasta las lágrimas.
Si digo la verdad todos dirán.
- Ya me parecía.
-Me lo veía venir.
Aquellos que en alguna noche de copas o euforia deportiva, se apretaron en un abrazo. Un roce. Todos los que compartieron el vestuario. Las bromas.
- ¿Quién levanta el jabón del piso?
 Ellos, mirarán las baldosas, tratando de borrar los recuerdos.
Mi padre no soportará el escándalo. Huirá al campo. Prohibirá comentarios.
Evitará la mirada socarrona de los peones. Le quitará, el don de la palabra a mí
madre, para que no me nombre. Borrará sus recuerdos. Condena cruel que es peor que la muerte.
Ellas. Que alboroto. Rabia, vergüenza. Cuanto tiempo perdido en conquistarme. 
Que bochorno, recordar las salidas. Adiós flores secas, guardadas en los libros.
Exorcizarán recuerdos con tijeras filosas.
Clara, la novia eterna, que guarda a desgano su pureza. Harta del respeto anticuado de la espera. Querrá olvidar besos. Abrazos. Seducciones frustradas. Maullidos de gata callejera.
Con ella, saldé todas mis deudas. Ya no más encuentros en la arena .Basta de palabras y caricias lastimeras.

Recuerdo la tarde adolescente, cuando fingí perder pie en el arroyo.
Corriste a salvarme. Recordaste las clases de primeros auxilios. Tu boca en mí boca. El miedo en tu cara. Lágrimas. Hubiese muerto en ese instante. El más feliz. El único. Estabas aterrado. Tosí para que supieras que me habías salvado. Murmuré, Santiago…
Rodamos por el pasto, como cachorros festejando la vida.
Llegamos a casa acalorados. Gritando palabrotas que escandalizaron a nuestras madres y alborotaron a las chicas, que no querían quedar afuera del festejo.
Si me atrevo a decirlo. Si te atreves a oírme. Tendremos que  huir, a una vida de amores escondidos.

-Agustín. ¿Te falta mucho? ¿Pensás dejar a la novia plantada en la Iglesia?

-Ya voy, Santiago .Ya voy.                                             
                                                                        
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